GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, PATRICIA
«Te esperaré, hermana», escribió, de su puño y letra, Claudia Severa a su amigaSulpicia Lepidina, en la invitación a la celebración de su cumpleañosen un fuerteperdido junto al muro de Adriano. Son los suyos dos nombres de losmuchos que mencionará este libro. Nombres de esclavas o deemperatrices, de niñas o deancianas, de trabajadoras o de sacerdotisas, célebres algunos, perocasi desconocidosla mayoría. Las mujeres romanas, como cualquier mujer en cualquiersociedad,tenían diferentes formas de vivir, pensar y sentir. No existe la«mujer romana»,existen muchas formas de ser mujer en Roma. Una campesina de Hispanianotenía las mismas preocupaciones vitales que una rica matrona romana,pero algunaslíneas las unían a todas: los peligros del parto, el sometimiento a la legislación, lavisión masculina, las normas morales y sociales que las constreñían?No sabemosdemasiado sobre ellas, a menudo poco más que un nombre sobre unadesgastadalápida, no recibieron un enternecedor poema a su muerte ni tuvieronunavida épica o heroica. Pero merecen ser nombradas, volver a ocupar unhueco enuna historia ?esa historia de batallas y